Cuando estaba embarazada la gente me preguntaba: "¿Vas a amamantar?". Yo siempre decía que sí, pues había escuchado que ésa era la mejor forma de bajar de peso, además de que también había leído -y lo sigo haciendo- que la leche materna es lo mejor que se puede dar a los niños. Así que pensé que podía matar dos pájaros de un tiro y ser la más feliz del mundo.
Para prepararme para el momento me puse a leer muchos artículos sobre la lactancia, principalmente me preocupaba saber cómo se amamanta a un niño.
Unas semanas antes de que el Alien se convirtiera en Alexiel, decidí dejar de leer esos artículos con la idea de que una vez que naciera el instinto me iba a decir cómo hacer lo necesario para cuidar bien al hijo. Lo hice también porque la hermana de Norma decía que cuando ella estaba embarzada se dedicó a leer 80 mil cosas para ser la mamá más informada del mundo, pero cuando el pequeño nació a ella se le borró el cassette. Con ese antecedente yo pensé: "¿Entonces para que me mato leyendo si es posible que se me olvide?", aunque de vez en cuando hojeaba una que otra revista para leer un poco más sobre la lactancia.
El 22 de junio llegó con Alexiel. Durante los días que estuve en el hospital, solamente una vez Chava (el pediatra) insistió en que lo acercara a mi pecho para que empezara a mamar. Me costó mil de trabajo, pues si bien muchos artículos hablan de diversas posturas para esto, la verdad es que a mi no me parecieron tan claras y prácticas.
Ya estando en casa decidí insistir hasta que encontré una postura cómoda para mi, aunque no para quienes me han visto amamantar a Alexiel.
La verdad es que mi razón para darle leche materna al ex-Alien se perdió en el abismo... me importa un cuerno si adelgazo o no al darle de comer, pues la verdad es maravilloso tener a mi hijo prendado a mi cuerpo, mirándome con sos ojotes grises.
Al principio todo resultó genial, pero poco a poco -mientras Alexiel crece-, me he dado cuenta que ya no lo lleno como antes... de hecho, apenas me alcanza para darle una buena comida al día y en las tomas siguientes debo recurrir a la leche de soya, pues no es suficiente lo que sale de mi.
La situación me ha puesto triste... me siento frustrada. He tenido que recurrir a otros medios en busca de la leche perdida. Norma me recomendó las pastillas de levadura de cerveza, con las que se asegura un ensanchamiento del cuerpo. Ahora eso no me importa, me da o mismo si engordo o no, si tardo mil años en adelgazar, pues lo que más me interesa es seguir dándole a Alexiel la deliciosa y dulce leche. Pienso que es un precio justo por incrementar mi producción de leche... pero no me ha funcionado.
El lunes hablé con Liz (mi ginecóloga) para que me recomendara algo para hacer brotar la leche. Hace un momento me hice la pinta de la chamba y me fui al Mercado Corona a comprar unas hierbas de Borraja. No tengo idea de qué es eso, pero estoy dispuesta a tomarlo sin importar si su sabor es agradable o no.
Espero que en unos días pueda escribir de nuevo aquí para decir que ya no soy "Aimeé deslactosada".