No recuerdo en qué momento comenzamos a hacernos amigas Érika y yo... fue tal vez en cuarto semestre de la prepa, cuando "estudiábamos" Turismo en Cecytva, por a'i del año de hace ya un buen rato; cuando quizá apenas comenzábamos a definir nuestras súper interesantes personalidades.
Antes de entablar relación, recuerdo haberla visto con frecuencia en las nieves Bing que estaban a la vuelta de mi casa. A veces la encontraba en la fila delante de mi y simplemente le decía a mi hermana o mi mamá: "Ella es mi compañera en la escuela". Y si nos veíamos cara a cara, apenas nos dirigíamos una sonrisilla.
Ella era amiga de unas chavas medio "nerds" (Alejandra, Sonia y Zobeida); yo me "juntaba" con otro grupo de amigas (Lucero, Fernanda, Natalia, Gina, Zarel, Abigail, América y Olivia, las menciono a todas, porque no recuerdo en qué momento de la prepa fue y la verdad es que algunas fueron desapareciendo semestre a semestre). Al final, Érika fue dejando poco a poco a aquellas muchachillas y empezó a echar más relajillo con nosotras.
Alejandro Mora le puso el mote de "Chola", porque se apellida "Cholico", y desde entonces yo sigo llamándola así.
Creo que fue cuando hicimos nuestras prácticas profesionales en el "Kluth" Atlas Colomos cuando empezamos a convivir más, incluso a veces hacíamos nuestras "pintas internas" o nos dábamos el rol de un lado a otro del lugar como si fuéramos socias: desayunábamos en la terraza, comíamos en la cocina de empleados, nos echábamos un capuchino y un pan en el restauran formal y luego nos íbamos al bar a tomarnos un coctelillo y unas papas con jugo maggi, salsa inglesa, limón, sal y chile. Sin duda ahí comenzó la historia con mi mejor amiga, mi hermana, mi "compa-ñera", como ella nos nombró.
Después de la prepa, cuando ambas estábamos en universidades distintas, nos veíamos al menos un dia la semana para echarnos un cafecín y platicar los cambios en nuestras vidas. Íbamos al Vips de Vallarta y Sanzio; yo pasaba por ella (vivíamos en la misma colonia) y en el camino hablábamos de tonterías, esperando a estar sentadas frente a nuestra taza de café para comenzar a contarnos las cosas importantes. Esa dinámica la seguimos haciendo a la fecha.
Juntas hemos vivido muchas experiencias, quizá la más importante ha sido dejar la casa de nuestros padres para irnos a vivir juntas "las mieles" de la independencia. Eso sucedió en octubre de 2002, al menos en mi caso, porque ella se adelantó un mes en lo que yo preparaba psicológicamente a mis papás para tal situación.
Vivimos durante seis meses en un departamento que estaba en casa de la fregada, el rumbo era medio feo, más allá del Soriana que está en Plza San Isidro (situada a un costado del CUCEA). Todos los domingos a tempranas horas de la mañana nos despertaban unos vecinos de los departamentos de enfrente, que escuchaban banda a todo volumen. Sin embargo nos gustaba el lugar. El depa tenía tres recámaras, una de ellas se convirtió en nuestro estudio y daba a una enorme área verde... incluso se veían (y olían) algunas vaquitas por ahí.
Después de una serie de problemas con la monita que nos rentaba el depa en la fabulosa cantidad de mil 200 pesos, decidimos dejar aquella vista para cambiarnos a un departamento mejor ubicado. Érika se enteró de éste por unos amigos que vivían en ese edificio, ubicado en Residencial Victoria. La renta era más elevada, tenía tan solo dos recámaras, pero la concina estaba separada de la sala-comedor y el patio era un poquitín más grande. Lo más importante era que estaba en la civilización.
Tardaron un mes en entregarnos el depa y de no haber sido porque le dijimos al administrados que nosotros nos encargábamos de la pintada de las paredes, seguro habríamos tenido que esperar más. Llegamos ahí en mayo de 2003.
Vivir con Érika fue una experiencia agradable, aunque había algunos detallitos que no me hacían muy feliz, sin embargo nos acomodamos muy bien, hacíamos la talacha dividiendo el depa en dos bloques y cocinábamos juntas, hasta que la "Cholix" decidió hacerse vegetariana, entonces cada quien compraba sus cosas y cocinaba sus comidas.
A veces nos veíamos poco, por la diferencia de horarios de nuestros trabajos, pero muchas veces coincidíamos los jueves para echarnos un cafecín o una chelilla con papas, y entonces, como cuando estábamos en la universidá, nos contábamos qué estaba sucediendo en nuestra vidas.
Entre las cosas emocionantes que hemos vivido, y que de hecho comentábamos el martes pasado (cuando nos vimos para tomarnos una chelilla y darnos una manita de gato), están las fiestas que comenzamos a frecuentar. Fue en este nuevo depa cuando fuimos a la primera de ellas en Jocotepec. Tocaba Sesto Sento y para nosotras resultó una experiencia extremadamente emocionante. Compramos con semanas de anticipación los boletos y preparamos con emoción la ropa que usaríamos para el magno evento, aunque no teníamos idea de cómo sería éste.
Esto se nos hizo costumbre, cada vez que nos íbamos de fiesta pasábamos la misma emoción (y creo que seguimos con ese mood).
Justo el martes le decía a Érika que las fiestas han sido muy importantes para mi y para nuestra relación de amigas (al menos desde mi perspectiva), porque por una parte, fue en ellas cuando empecé a liberar mi espíritu y dejarme llevar por la música y la energía, y por otra parte, ahí -con toda esa fuerza en el ambiente- nuestra amistad de alguna forma también se reforzó.
Érika dejó el depa para irse a una de sus cosillas en los Yunaites; fuimos a nuestra última fiesta -de esa etapa- juntas y ahí conocí a Luis. Un año después regresó y coincidió con un depa del mismo edificio que acababa de desocuparse, así nos hicimos vecinas, pero ya éramos hermanas desde antes.
Ella es mi mejor amiga, la que me ha aguntado con este genio que me cargo, con todo el sentimentalismo que soy capaz de expresar y guardarme en lo más profundo de mi ser, con mis comentarios duros a veces e irónicos con más frecuencia. Hemos vivido millones de cosas juntas, hemos crecido, nos hemos caído y levantado trillones de veces.
La Chola es una Compa-Ñera de neta, como pocas las hay... de hecho, es única.
* Aquí estamos juntas, hace como cuatro o cinco años, un 25 de julio, en el Día fuera del Tiempo; en un lugar que no recuerdo cómo se llama, pero donde nos picaron unos animalejos que se llaman "rastreros". Justo antes de tomarnos esta foto nos "leyeron" nuestro kin: ella, Sol Cósmico Amarillo; y yo, Serpiente Planetaria Roja.