Cuando Daniela estaba pequeña su mamá, Paty, la dejaba con frecuencia en casa para que la cuidáramos. Durante mucho tiempo pensé que yo también era responsable de cuidarla, pero creo que hasta hace poco tiempo he caído en la cuenta de que era mi hermana, Vanessa, la que se hacía cargo de ella e incluso de mi, porque ahora entiendo que yo, a mis quizá 11 años, no era para nada capaz de hacerma cargo de una niña de un año o tal vez un poco más.
El hecho es que en aquél entonces yo pensé que le ayudaba a Vanessa y cuando era la hora de cambiar el pañal de Dany, yo me acercaba con toda la buena intención de ayudar, aunque al final acaba echándome hacia atrás a punto de vomitar, muerta del asco, independientemente de que eso oliera mal o no.
Varios años después, con Rodrigo (mi sobrino), pensé que podría superar aquel asco terrible y alguna vez quise ayudar en el cambio del pañal, pero mi reacción fue la misma.
No sólo era esa situación la que me hacía correr al baño para retorcerme del asco, tambén me acuerdo de un día que Rodrigo por equis razón vomitó y sus papás y abuelos acudieron en su ayuda, yo estaba por ahí y en lugar de cooperar, me dieron ganas de vomitar también, así que mis papás -alias los abuelos- dejaron a mi sobrino para atender a la pobre niña (ya ni tan niña) que se retorcía a lado del que sí era un niño.
Cuando llegó Alexiel a mi vida pensé que por arte de magia mi terrible asco desaparecería... pero no fue así.
Todavía me convulsiono cuando es momento de cambiar el pañal y entre un "perdóname hijo", un "de verdad te amo" y otros varios-muchos "Guag, dag, uagggg", pongo manos en la obra para quitar al pobre niño toda la mierda (literalmente) que sale de su ser y, a veces, se embarra, en gran parte de su tierna piel.
Ahora entiendo que definitivamente eso es algo que no podré superar jamás. En verdad es el momento que más odio cuando estamos solos, porque cuando está Luis con nosotros me hace el paro y se encarga de tan penosa situación.
Aunque para penas, la que pasé un día con el pediatra, pues justo cuando llegó al consultorio yo estaba a punto de cambiarle a Alexiel el pañal, pero me fue imposible... comencé a retorcerme del asco, como ya es costumbre, así que él -tan lindo como es el doctor Pedro Galindo, un tipazo-, me dijo que no me preocupara, que él se hacía cargo, y así fue... él hizo los honores, mientras yo di la espalda a tan asquerosa situación, al tiempo que le decía al doctor: "perdón, normalmente lo hago aguántandome, pero hoy... aaagggg... perdón, perdón".
¡Chale! ¡Qué vergüenza!
* La foto muestra tan sólo un poco de lo que significa para mi ese momento horrible.