miércoles, septiembre 05, 2007

OTRA VIDA



Me gusta la vida que tengo desde que Alexiel está aquí... aunque debo confesar que a veces extraño un poco la que tenía antes.


Hay momentos en que echo una mirada hacia atrás y me sitúo de nueva cuenta en distintas situaciones divertidas, fiesta... mucha fiesta, aquí, allá y acullá, pasando por la Mutua, el Calavera, La Santa, el Scratch y el Prana (las últimas veces). Martinis, cervezas, micheladas, clamatos y whisky, para aquellos días de dieta, complementaban las horas de charla interminable, sin poder faltar los marlboro light o medium, para probar.


Miércoles de juerga... jueves de una develada marca diablo y una torta ahogada para alivianarse, mientras las neuronas continuaban dormidas o, peor aún, enfiestadas. Ya para la noche, después de pasar el día entero diciendo "no lo vuelvo a hacer" -como comercial de Picot-, ya empezaban a entrar las ganas de salir un ratito por la noche... pero sólo un ratito (sí, claro).


Pues desde finales de octubre del año pasado (2006), los miércoles dejaron de ser de fiesta, lo mismo pasó con los jueves, los viernes y los sábados. Primero fue por tristeza, me ponía fatal de regreso a casa mientras los otros seguían divirtiéndose. Después, dejé de ser requerida en los grandes eventos y aunque sufrí (se siente medio gacho ser excluida), decidí asumirme en esa nueva realidad.


Afortunadamente el olor del cigarro y el alcohol me ayudaron a decir adiós sin sufrir terriblemente... poco a poco fui llegando al punto donde estoy. Lo que sí es definitivo es que ninguno de mis amigos de fiesta se desvela tanto como yo, y aunque ya no hay chelas, en su lugar ha llegado el gusto de disfrutar a mi hijo entre un parpadeo y otro.

Neta que sí me gusta la vida que tengo ahora... me gusta estar con mi hijo, me gusta darme cuenta que ya está más grande, que sus ojos están más abiertos, que sus sonrisas son sinceras y todas -casi todas- están dirigidas hacia mi.

...que sus cachetes han crecido, que su cabello es suave, que se emociona cada vez que los borregos dan vueltas sobre su cabeza, que el psycho y Covenant hacen que su trayecto de un lado a otro (del depa a casa de los abuelos) sea ligero, pues la música -ésta música- lo tranquiliza cuando hay lágrimas en sus ojos y el llanto sale por su boca...

Poco extraño aquella otra vida de la que me costó trabajo despedirme... ahora, al paso del tiempo, me he dado cuenta que lo pasé genial y sí, esto es lo que debía de pasar.

Supongo que continuaré alejada de la fiesta un rato más... pero regresaré algún día, aunque seguramente no será como antes, porque para empezar, ya no tengo el aguante de antaño y en verdad, me gusta estar cerca de Alexiel.



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